Ichi-go ichi-e: La filosofía del Japón rural

Japón rural
icon author Agustín Gutiérrez
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Conocer el Japón rural, esa parte del país fuera de los folletos turísticos y los autobuses descapotados, ha sido la mejor experiencia de mi vida. Escapar de las grandes ciudades y el frenesí de la vida urbana fue una decisión arriesgada, lo sé. Pero como verás más adelante, valió la pena cada minuto.

Sin pensarlo mucho, una mañana entregué las llaves de mi suite e inicié un viaje que me cambió para siempre. Allí, en el corazón del Japón rural, descubrí las dos palabras más simples y, a la vez, más profundas de mi vida: Ichi-go ichi-e

¿Te lo cuento? ¡Vamos allá!

El inicio de un viaje inolvidable 

Mi viaje empezó como todas mis vacaciones anteriores, frente al ordenador. En la web de la aerolínea compré un billete de avión y reservé un buen hotel en el centro de Tokio. Hice lo que hacen casi todos los viajeros e investigué un poco sobre los sitios turísticos más populares. Preparé mi maleta y salí de casa con rumbo a lo que serían unas vacaciones como tantas otras… ¡Qué equivocado estaba!

Además, hice lo que hacen los turistas y contraté una guía para conocer la ciudad. Keiko era una guía encantadora que conocía en profundidad los sitios emblemáticos de una urbe futurística como Tokio. No tuve ninguna necesidad de contratar un traductor, pues Keiko hablaba mi idioma.

Sin embargo, a pesar de mi embeleso por una ciudad imponente como la capital japonesa, quería conocer algo más de un país tan fascinante. Por lo que, decidí cambiar de rumbo y viajar hacia el interior de la isla para descubrir el Japón rural. Quería tener contacto con las zonas más alejadas y dónde las tradiciones se conservan desde hace miles de años. Pero debo confesar que las barreras idiomáticas y culturales me daban un poco de aprehensión.

También, confieso que sentí un pequeño arrepentimiento al entregar aquella magnífica habitación con vistas imponentes y tan confortable. Aun así, mi espíritu aventurero va más allá de lujos y comodidades, al menos, a la hora de viajar. Sin darme tiempo a pensarlo dos veces, compré un billete de tren para Okayama. Según las guías de viaje, desde esta ciudad podría adentrarme al lado menos occidentalizado de Japón y podría ver, de primera mano, sus costumbres. Y así fue.

Japón rural

No hablo japonés… ¿Y ahora qué hago?

Cualquiera que haya salido de las rutas turísticas y las ciudades más importantes de un país, sabrá lo intimidante que es. Especialmente, si no dominas el idioma local, pues fuera de los sitios turísticos las cosas cambian radicalmente. Es decir, en la ciudad todo está planificado para aligerar un poco las cosas para el turista. Las señales suelen estar en la lengua local y traducidas a otro idioma. Además, el transporte público tiene avisos multilingües y los restaurantes tienen cartas en varios idiomas. En fin, casi todo, es intuitivo y fácil de seguir.

No obstante, a medida que te alejas de la ciudad y el campo domina el paisaje, comienzan los problemas. Las señales aparecen sin traductor y la capacidad de hablar con alguien en tu idioma es cada vez más difícil. Así me pasó al salir de Okayama hacia Kibichūō, una pequeña ciudad de unos diez mil habitantes y la quintaesencia del Japón rural.

En el hotel, el recepcionista hablaba un poco de inglés y fue algo más fácil seguir sus indicaciones. El primer impacto fue al salir de allí. Comer en la ciudad fue una experiencia, por decirlo de algún modo, interesante. Fui a un pequeño restaurante local, un sitio hermoso en una callejuela estrecha. La carta estaba en japonés y no tenía las pequeñas explicaciones entre paréntesis de los restaurantes tokiotas. 

Estaba en serios apuros, no quería ordenar un plato exótico o con algún ingrediente desagradable, pero tenía un hambre atroz. Mi cara debió haber sido todo un cuadro, pues en ese momento se acercó un hombre mayor y me dijo: 

Ichi-go ichi-e 一Lo dijo con una sonrisa y dándome una palmada en el hombro.

Por supuesto, no entendí nada. Pero más adelante comprendería su significado.

Vive el momento… ¡Nunca se repetirá!

A pesar de que se usa en todo el país, en el Japón rural, la filosofía ichi-go ichi-e se vive de una manera única. Los japoneses del campo saben que existen cosas que escapan de su control. Ellos saben que no puedes hacer que llueva más o que pare de llover. Tampoco pueden luchar contra las fuerzas descomunales de la naturaleza. O, en el caso de este turista perdido, no puedes luchar contra un obstáculo tan grande como no entender ni una palabra de un menú. Por ende, los japoneses del campo han aprendido a que cada momento debe disfrutarse de manera única y sin pensar en nada más. El momento no se repetirá.

Ichi-go ichi-e nos enseña que cada minúscula partícula puede modificar las condiciones de un momento específico. Nada se repite de forma exacta y como resultado, hace que cada ocasión sea especial. Según los japoneses, es fundamental darle a cada instante de tu vida el valor que se merece. La aparente sencillez de estas palabras me hicieron darle a mi viaje una perspectiva más abierta y enriquecedora.

A partir de las palabras del hombre, comprendí lo insignificante que era no saber el idioma para mi necesidad imperiosa de comer. Ordené, con señas, un plato que mi dedo eligió al azar del menú y el resultado fue uno de los mejores guisos de pescado que he comido en mi vida. Disfruté cada bocado de aquel plato rústico y casero como quien degusta una delicatessen en un fino restaurante parisino. Dejé a los aromas combinarse en mi paladar y aprecié la belleza de un sitio tan alejado de casa como en el que estaba. 

Un cambio de visión, un cambio de vida

«Ichi-go ichi-e». Sin saber realmente por qué, repetía estas palabras sin cesar en mi caminata desde el restaurante hacia el hotel. Mi autoconfianza perdida había vuelto y decidí que no conocer el idioma no sería una barrera para disfrutar de mi viaje. Ma habían dado una copia del menú en el restaurante y le pedí al chico de la recepción que me sirviera de traductor.

Muy amablemente, con la cordialidad innata de los japoneses, el muchacho se apartó de sus ocupaciones y con gran paciencia, me tradujo el menú entero. Al finalizar, tenía una lista de platos que podía pedir para el desayuno, la comida y la cena. Así, podría conocer la gastronomía local y aprender un poco más sobre la cultura de esta región apartada de la ciudad.

El chico hizo la traducción de forma muy educada y siempre con una sonrisa. Descubrí que tenía un método para hacer traducciones más rápido y fácil, un traductor en su móvil. Le pregunté qué era y sin darnos cuenta, terminamos hablando, a través de su móvil, de su experiencia en Tailandia en un viaje muy similar al mío. Me contó que usar el traductor cámara de Talkao hizo su vida más fácil y transformó su viaje en una experiencia memorable.

Nunca había usado este tipo de tecnología y, honestamente, pensaba que no servían para mucho. Un poco capcioso, descargué la app y probé su eficacia con la carta del restaurante. Todo era exactamente como me lo había traducido el recepcionista. No tenía idea de la rapidez y la precisión con la que se puede traducir cualquier texto solo con acercar mi móvil a una imagen.

Japón rural

Viajar sin barreras y disfrutando cada momento

Todo en este viaje había sido producto de la casualidad. Una especie de hilo invisible que me atraía hacia el lado más rural de Japón. Desde que renuncié a aquella habitación de un hotel de varias estrellas en Tokio hasta adentrarme en los arrozales de Kibichūō. Todo fue indescriptible y sin poner ninguna resistencia, me entregué a la esencia del ichi-go ichi-e. Comprendí que cada minuto sería único. Porque, aunque volviera a Japón, jamás sería igual y en cada parte del camino la experiencia sería diferente.

En este viaje, comí platos que no podré ordenar en el restaurante de sushi de mi ciudad. Percibí el aroma de los arrozales por la mañana y conocí personas con una visión de vida muy diferente a la mía. La experiencia había salido así de perfecta sin planificarla y como una cadena de casualidades muy afortunadas. 

Jamás habría predicho cuánto me podría cambiar este viaje. Sinceramente, no habría apostado ni un céntimo a que me vería conversando a través de mi móvil con un campesino japonés en medio de una plantación. Ni tampoco, habría podido prever que sentiría la nostalgia por volver al Japón rural y todo el encanto que encierra.

Hoy, de vuelta a casa, estoy preparando una nueva aventura. Ya tengo los billetes, una mochila con lo esencial y mi móvil con las apps de Talkao. Sin duda, mi compañía más valiosa en mis próximos destinos. Pero, sobre todas las cosas, llevaré siempre conmigo la visión de la vida ichi-go ichi-e.

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Agustín GutiérrezAgustín Gutiérrez Linkedin icon Instagram icon Email icon

Agustín Gutiérrez es escritor, redactor de contenidos y copywriter con más de 15 años de experiencia en diferentes sectores y tipos de proyectos de comunicación empresarial. Ha colaborado directamente en la creación de blogs, páginas de noticias y notas de prensa para las marcas más prestigiosas y de mayor alcance internacional. Su filosofía de trabajo se centra en satisfacer la necesidad de los lectores de consumir artículos con la máxima utilidad y provecho. Por eso, Agustín crea contenidos de alto valor, informativos y entretenidos.

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